martes, 14 de diciembre de 2010

La televisión como juego de identidades prestadas

La televisión como juego de identidades prestadas
Jornadas FAD, 13/12/10



Gérard Imbert
                                     
Antes de analizar la influencia de las series juveniles en los estilos de vida, quisiera situar esta reflexión dentro de la reciente evolución de la televisión, desde los años 90, y su papel en la construcción de la identidad, de acuerdo con la evolución de las funciones televisivas.

I. De la neo a la postelevisión
            En 1986, Umberto Eco, en su artículo “La transparencia perdida”, hablaba de neo-televisión para referirse a una televisión que se hace más participativa, más lúdica pero, sobre todo, que integra a su dispositivo la vivencia cotidiana. Con esto el yo del espectador irrumpe en su discurso. En los años 90, con la aparición de nuevos formatos (talk show, reality shows, juegos-concursos de nuevo cuño), esta tendencia se confirma.
Es lo que he analizado en mi libro El zoo visual (2003), la evolución que marca el paso de la televisión espectacular a lo que he llamado la televisión “especular”. La televisión es cada vez menos la “ventana al mundo” que ha sido en sus comienzos y, cada vez más, el reflejo del sujeto, de sus interioridades. La aparición de un formato como Big Brother (Gran Hermano), a mediados de los 90, marca una ruptura, con la creación de una realidad sui generis, una simulación de realidad que se hace pasar por un experimento sociológico basado en la convivencia.
Paralelamente, el auge de las sitcom –o comedias de situación- pretende, desde la ficción, reflejar la realidad cotidiana de grupos y sectores de la sociedad: ya sea la familia, determinados ámbitos laborales (policías, hospitales, periodistas, etc.), o franjas de edad. Las series juveniles se enmarcan en esta nueva modalidad.
Ha nacido la “telerealidad”: una televisión donde los límites entre realidad y ficción se emborronan y los cruces entre categorías son múltiples. Surge una realidad ficcional –del orden del simulacro (Baudrillard)- desde el experimento sociológico en Gran Hermano, que muy rápidamente va a derivar en el cotilleo; a la inversa, desde la ficción, se pretende reflejar la realidad cotidiana de los jóvenes, con series cada vez más realistas, crudas, tanto en el tratamiento, las situaciones, como en el lenguaje.
Pero la lógica es la misma. Consagra la capacidad que tiene la televisión de crear mundos verosímiles y su pretensión de acercarse al mundo real. Con esto, tocamos un punto central en el análisis del medio televisivo: la capacidad que tiene de transformar la realidad y de crear un nuevo contrato de verosimilitud con el espectador, que fomenta nuevas identificaciones con lo que vemos, sobre la base de cosas que no son reales porque son exageradas y se basan en situaciones, relaciones exacerbadas, pero que aparecen como creíbles y que nos tomamos como si fueran la realidad.
Veamos ahora cómo esto se traduce en las series juveniles.



II. Las series juveniles como proyecciones imaginarias
Transformismo televisivo, he llamado a esa capacidad del medio de transformar la realidad, de jugar con ella, de llevarla hasta los límites de lo verosímil, como algo del orden de lo posible. Como en la ficción, la televisión crea “mundos posibles”,  que permiten todas las identificaciones imaginarias. Imaginarias porque apelan a una serie de representaciones colectivas, deseos, fobias que condicionan nuestra percepción de la realidad y hacen que veamos lo que queremos ver: algo que procede tanto de nuestro imaginario como de la realidad representada, que es una proyección más que una reproducción fiel de la realidad.

Más recientemente, hemos pasado de los juegos con la realidad a los juegos con la identidad. La postelevisión –como la he llamado- es la que permite identificarme con otros, cambiar de rol, de imagen, dentro de una cierta porosidad, saltarme los límites sociales, los del decoro e incluso de la integridad. Es un juego de identidades prestadas: el medio me permite ser otro (como en los juegos concurso tipo Préstame tu vida o Cambio de familia) o cambiar de imagen como en Cambio radical y en los programas de coaching. Pero esto también me permite identificarme con otros como en la series juveniles, otros que son proyecciones imaginarias de mí mismo u otros diferentes e incluso opuestos, sin que el otro me refleje literalmente.
Veremos al final cómo este modelo de realidad, donde las categorías se difuminan, las identidades se disuelven, aparece a todas luces en la serie Fisica o Química. Con esto quiero recalcar que el análisis de las series tiene que tener en cuenta este componente distorsionante: la realidad representada no es directamente la realidad sociológica, aunque se inspire en ella, y las identificaciones que suscita son del orden proyectivo; no busco el reflejo de lo que soy sino de lo que podría ser. La proyección es de orden imaginario.
¿Sobre qué se basan estas identificaciones? En todas las sitcom -de las que proceden las series juveniles- no es tanto el conocimiento objetivo del ámbito en el que se desarrollan, como la química relacional que en ellas se establece y la posibilidad de identificarme, a veces de manera fragmentaria, con unos y otros. El entorno sociológico es un pretexto para hablar del off, de los entresijos de las relaciones, de lo que hay tras las apariencias. Por otra parte, debido al reparto coral, ya no hay en estas series héroe exclusivo, ni modelo de comportamiento impuesto. Como en la película Las vidas posibles de Mr Nobody, me puedo identificar con vidas múltiples, no hay un modelo único.
Esto entronca con una característica del sujeto actual: el que la identidad ya no sea algo estable, irreversible, sino que uno pueda tener “vidas múlltiples” y perfectamente compatibles. Lo han recalcado tanto los teóricos de la posmodernidad como Zygmunt Bauman como los psicoanalistas que han analizado la evolución de las relaciones humanas, caso por ejemplo de Charles Melman en su libro “El hombre sin gravedad. Gozar a toda costa”. Hoy las identidades son cada vez más “líquidas” –para retomar el término de Bauman- y las relaciones también, y los amores más…
Vamos a ver ahora qué funciones cumplen las series juveniles y en que medida cumplen esta posibilidad de identificarse con varios modelos identitarios, a través de personajes diferentes.

III. La función identitaria de las series juveniles y su influencia en los estilos de vida
- 1) A diferencia de otras comedias de situación, como las de profesiones por ejemplo, las series juveniles cumplen una función especular y de reconocimiento. Reflejan lo que se supone que son las culturas juveniles y lo hacen de manera narcisista: el público que ve estas series es en mayoría un público juvenil, que quiere verse representado en su realidad pero también en su ideal de realidad y en sus imaginarios.
- 2) Cumplen por otra parte una función de aprendizaje: la de mostrar tipos y estereotipos que son como referencias –a veces extremas- que acotan su cultura, la delimitan, precisamente por su carácter excesivamente visible. Hay una hipervisibilidad, consistente en acentuar rasgos, crear situaciones límite, que hace que sea un mundo reconocible, pero a veces rayano en la caricatura; un mundo donde coexisten el bien y el mal, el consenso y el conflicto, las alegrías y las penas, a veces incluso la vida y la muerte.
- 3) Pero este mundo no vale tanto porque sea un reflejo del mundo real como su prolongación virtual, del orden del poder-ser. Y, seguramente, la función más importante es la proyectiva, la que apela a las identificaciones imaginarias (con lo que quiero o podría ser). Esto favorece una polivalencia de identificaciones, que pueden ser tanto positivas como negativas, tanto atractivas como repelentes, que no deja de recordar lo que ocurre en los realities
- 4) Estas identificaciones son virtuales (no tienen por que ser del orden de la imitación): pueden ser hacia lo que no soy o lo que no me atrevo a ser. De ahí la función de iniciación a la vida que pueden cumplir estas series, por estar ancladas precisamente en lo relacional, en una dialéctica permanente entre el yo y el otro. De ahí, también, la presencia cada vez mayor de situaciones que escenifican prácticas al margen de los modelos dominantes, en particular en el terreno sexual.
Esto les da un cariz exploratorio a estas series mediante la escenificación de situaciones posibles, más que la reproducción de situaciones existentes. En Física o Química es muy visible, por la enorme porosidad y promiscuidad que hay entre mundos y personas, que permite llevar las relaciones hasta su límite…
Hay que ver las series juveniles a través de ese prisma: más como una proyección de nuestros imaginarios que como un reflejo fiel de la realidad y esto se nota en su evolución: desde las series impregnadas del modelo americano de convivencia (el colegio como microcosmos, ideal de convivencia, con su permanente superación del conflicto) hasta el reciclaje posmoderno del género en Física o Química, con su tratamiento muy frontal, más crudo, de la sexualidad, su anclaje en la interioridad de los personajes pero también su representación múltiple de la alteridad, de otros modelos, sexuales, culturales, de familia y de pareja…

IV. Física o Química o la transparencia total: un mundo de relaciones y amores líquidos


Física o Química es como la versión posmoderna de la serie juvenil sin por ello renegar del modelo original. Tiene todos los elementos de las series tradicionales:
- reparto coral, sin protagonismo exclusivo, con acento puesto en lo relacional,
- ambientación aparentemente realista (aunque muy de diseño en el entorno físico y en el vestuario) y centrada en el instituto como microcosmos, que crea una impresión de familiaridad,
- personajes de perfil marcado, aunque cercanos en el hablar, envueltos en situaciones cotidianas, confrontados con los habituales problemas de la juventud.
La serie aparece como una iniciación a la vida, sólo que con experiencias más propias de unos veinteañeros que de chavales y chavalas de 17 años…
¿Qué es lo que la distingue de otras series y la caracteriza como serie enmarcada en una visión y unos imaginarios propiamente posmodernos?
- 1) Primero el carácter inestable de sus relaciones y vivencias interiores. Los personajes, más allá de su aparente seguridad, reflejan una profunda vulnerabilidad emocional, con los cambios de actitud, de pareja que propicia. El modelo relacional que ahí se contempla es un compuesto de elementos químicamente inestables que, las más de las veces, se juntan sin cuajar. Nadie parece estar en su sitio, todos están en proceso de construcción o reconstrucción (obviamente más los adultos que los adolescentes). Es un mundo de “conexiones” (Bauman) más que de relaciones. De ahí el carácter inestable de las identidades.
- 2) Impera una transparencia total: todo se ve a primera vista, se acaba revelando o se delata. Todo es hipervisible –más visible en todo caso que en la vida real-, hay un efecto-lupa en la ventilación de la intimidad de cada uno que hace del instituto una especie de psi-show o show del sentir, que amplifica y exacerba, pone en tensión las identidades, los roles, las emociones y los discursos. En este mundo, reina la “extimidad”, el volcar el dentro hacia el fuera, haciendo de lo íntimo una exhibición. No hay secreto, todo se comparte y se teatraliza.
Incluso hay espacios en la serie que funcionan como escenario: los aseos o las duchas como espacios de ajuste de cuenta, los pasillos como lugar de exhibición de los amores o de los conflictos, la cafetería como lugar de confrontación, etc.
Esta transparencia tiene su traducción en una mirada omnímoda –un estar continuamente expuesto a la mirada del otro- que se acentúa mediante la utilización de las nuevas tecnologías: las grabaciones con cámaras de móvil, los sms, los chats, sin renunciar a los medios tradicionales (la pintada “te quiero I” que aparece en los pasillos).
Se manifiesta también por un cierto exhibicionismo: la bofetada de Yoli a Cabano, los besos en público de Fer y David, el “eres una guarra” de Gorka a Ruth, etc.
- 3) Es un mundo poroso, de relaciones y amores líquidos. En eso es posmoderno, pero con remanentes de otros modelos, sueños de fidelidad y estabilidad.
La liquidez no se manifiesta sólo en los cambios de pareja o en la combinación de partenaires, como el trío que se forma en torno a Verónica, sino también por la porosidad que hay entre mundos: en especial entre los adultos (los docentes) y los adolescentes, con una intromisión de los primeros en la vida de los segundos totalmente impensable en el modelo educativo actual…
La porosidad está por otra parte en la facilidad para pasar del dentro (la intimidad) al fuera (la ventilación de ésta), lo que conduce a enfrentamientos delante de todos, a salidas de tono espectaculares, revelaciones escandalosas (como cuando Gorka acusa a Ruth de haberle pegado una enfermedad venérea, o cuando David hace su coming out a través de las ondas, revelando su homosexualidad).
Porosidad, por fin, entre espacios privados, reservados a la intimidad (los aseos por ejemplo) y espacios “públicos” como la cafetería. Aquí todo se salda en público, con testigos y espías incluidos porque ya no hay separación entre lo público y lo privado.
- 4) Es un mundo que se caracteriza por su carácter accidental: permanentes salidas de tono, rupturas de todo tipo, revelaciones estrepitosas... Y el máximo accidente, que es la muerte, como la de Rubén, con el subsiguiente trabajo de duelo de la clase.
- 5) Hay una relación ambivalente con el sexo: es central y, al mismo tiempo, revela una carencia, se demuestra como algo necesario pero no suficiente, cuando no va acompañado por el discurso o por el cariño. De hecho se le dedica un capítulo entero (Temporada 2, cap. 2). Más que como acto físico (hay pocas escenas realmente eróticas o son elípticas), es a la vez creador de vínculo y un lastre, como una asignatura continuamente pendiente. El sexo colma de alguna manera el hueco dejado por el vacío relacional.
Podríamos entrever aquí una lectura simbólica: la dificultad en construir una comunidad, que esté basada en vínculos estables, roles definidos y una cierta duración. Casi todos los personajes están divididos entre el verbo (el declararse) y el sexo (el traducirlo en acto), entre el decir y el hacer el amor (Ruth se sitúa en lo primero, Gorka en lo segundo). De hecho, el título de la serie lo indica: estamos entre la literalidad de sexo y la ambivalencia de las relaciones, su química inestable.
-6) Todo esto se plasma en un relato abierto, entrecortado y calidoscópico, que le da su ritmo y su vida. Pero funciona más en términos de proyección que de identificación: nos proyectamos en los personajes más que nos identificamos miméticamente con ellos, como para ver hasta dónde pueden llegar las situaciones límites, que pueden ser las de la vida real, pero llevadas hasta su extremo, más allá a veces de la verosimilitud.

Conclusión
            Todo ello hace de Química o física una serie más compleja de lo que aparenta, que toma prestado de varios formatos: la comedia de enredos, un retrato de la juventud actual, con sus lenguajes, una radiografía de los imaginarios juveniles, pero también de los adultos, que versa sobre lo que imaginamos que somos o no quisiéramos ser, más que sobre lo que somos realmente.
            Hay en ellas una exploración de los límites típicamente adolescente, que incluye también a los tardo-adolescentes que son los adultos que aparecen en la serie. Por otra parte hace de los adolescentes unos pre-adultos, por el carácter extremo de las experiencias que viven, y esto tal vez pueda prestar a lecturas equivocadas e incitar  la imitación…
Estos rasgos expresan el cariz flotante de las identidades posmodernas: es como si ya nadie estuviera en su sitio: adolescentes confrontados a situaciones que los sobrepasan y adultos que, por malas vivencias, quieren volver a la adolescencia o se mantienen en una semi-adolescencia.
            De ahí los puentes –del orden de lo imaginario- que se establecen entre adultos y adolescentes. Ya no hay diferencia generacional porque las categorías se han difuminado, lo mismo que las relaciones entre géneros, con la presencia notable de otros modelos sexuales (pareja gay, trío amoroso). Pero, incluso en estos modelos -periféricos con respecto a la ortodoxia-, se pretende perennizar la relación, introducir en ella una cierta estabilidad.
            Entre dos mundos (el moderno: real, y el posmoderno, en parte imaginario), entre dos categorías (adultos-adolescentes) y entre dos modelos sexuales, Química o física no resuelve, refleja plenamente lo que Bauman llama la ambivalencia posmoderna. Ya no se trata de ser o no ser (de construirse una identidad) sino de estar y no estar a la vez, en su rol, en su sexo: de  identificarse con imágenes, roles, looks efímeros y reversibles, que no marcan definitivamente y permiten todas las permutaciones posibles.
            Es un mundo de quita y pon –y de “quítate para que me ponga yo”-, donde las identidades se han fisurado, fragmentado: “identikids”, llama Bauman a las identidades posmodernas…
           

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